Me siento a escribir, por fin, este artículo sobre la brecha de género en el ámbito STEAM, y, para organizar un poco las ideas, me rodeo de apuntes, estadísticas y frases que he ido reuniendo durante varios días. Tengo varias ideas claras sobre el tema, pero… ¿por dónde empiezo? Puedo exponer los datos más actuales; o explicar, otra vez, en qué consiste; o, tal vez, ilustrar el tema con alguna anécdota personal… Pero al final, para abrir de alguna forma esta conversación, y romper la «maldición» de la hoja en blanco, comenzaré con una confesión: no me gusta la palabra brecha.
Una brecha es, si acudimos a la RAE, una «rotura o abertura irregular, especialmente en una pared o muralla», una «rotura en un frente de combate». Incluso, un «resquicio por donde algo empieza a perder su seguridad». Es, en realidad, solo una discontinuidad en una estructura que alguna vez fue homogénea. Algo que se puede reparar, tal vez, con un poco de material, unos puntos en la cabeza, o unos cuantos soldados. No llega a ser ni un boquete en condiciones. Ya sabemos: cuando te haces una brecha, Betadine, y que le dé el aire para que cicatrice.
Sin embargo, a lo que nos referimos cuando hablamos de «brecha de género», es muchísimo más serio. Más profundo. Veo las estadísticas ante mí. Es una diferencia abismal, un escalón sísmico en cada gráfica comparativa, en cada detalle, cada faceta del ámbito tecnológico. Es, de hecho, un fenómeno estructural que hunde sus raíces en lo social, en lo cultural, en la psicología, en la historia.
Las cifras e informes terminan abrumándome (si quieren, pueden ver algunas, actualizadas: «Radiografía de la brecha de género en la formación STEAM. Un estudio en detalle de la trayectoria educativa de niñas y mujeres en España» y «El 84 % de las alumnas titula en ESO y el 63 % en Bachillerato, frente al 74 % y el 48 % de los alumnos»), pero me doy cuenta de que, por otra parte, he encontrado algo positivo entre ellas: este tema, del que ni se hablaba hace unas pocas décadas, ni unos años incluso, está haciéndose un lugar en el debate social actual. Cada vez se habla más de esta deformación que arrastra nuestra sociedad desde hace siglos. Y es un debate, además, en el que ya intervienen desde especialistas de todas las disciplinas hasta instituciones globales; desde profesores y padres hasta empresas y universidades.
Y así, un poco reconfortada, me pregunto: ya que hemos tomado consciencia de esto, ¿qué podríamos hacer para eliminar este abismo,esta enorme brecha de nuestro tejido social?
Mirar de frente
La clave, en mi opinión, es acercarnos a las causas de este fenómeno. Intentar identificar la esencia del problema. Mirarlo de frente. ¿Por qué existe esa desigualdad entre hombres y mujeres en todos los escalones y facetas del mundo de la ciencia y la tecnología?
Este es un problema complejo y, por supuesto, de muchas facetas. Pero pienso que, ante todo, hay una causa-fuente de la cual emanan todos estos afluentes: este es un problema, ante todo, social. No es intelectual, pues no existen diferencias en las capacidades de los chicos y las chicas. No es físico. No es ni siquiera un problema de géneros propiamente dichos, en el sentido de que nada en la naturaleza humana diferencia o incapacita a una persona para esta actividad, por el hecho de pertenecer a un género determinado.
Este abismo de desigualdad es una construcción nuestra. Y es una construcción nuestra en tanto que seres sociales. Es parte de una asignación de los roles que se instaló en nuestras sociedades en algún momento de la historia y que ha perdurado en el tiempo. Tiene que ver con los papeles que se han asignado a la mujer y al hombre en esta forma que hemos escogido para vivir en común, y en casi todas las culturas.
Los indicadores de la brecha de género en el mundo científico y tecnológico son bien conocidos, y están ante nuestros ojos ostensiblemente. Minoría de chicas en las carreras tecnológicas, o en la investigación: minoría en puestos directivos de este ámbito; minoría en las publicaciones; minoría en los reconocimientos y premios… Es algo sangrante y, lo confieso, enervante.
Pero todo aquel que se haya aproximado a este problema sabe que hay algo más profundo que estos efectos visibles. Y pienso que, aunque debemos tomar medidas para corregir estas deformaciones ahora, lo fundamental es trabajar en esa raíz social. Y este es un trabajo de tiempo y de perspectiva. No se cambia una estructura sociocultural tan arraigada con imposiciones, ni de un día para otro. Este es un trabajo, sobre todo, de educación.
La piedra angular
Y es por eso por lo que me gusta el trabajo y las actividades que realizo. Miro el inmenso reto que tenemos por delante, y me llena de energía, porque estoy convencida de que, si abordamos este problema de la brecha de género desde su inicio, podremos incidir significativamente en él.
La educación es, decía, la piedra angular. Pero no me refiero solo al sistema educativo, al aula. Hablo de un trabajo con la familia, y en la familia. Con los niños y niñas en todos los entornos de su vida. Con los grupos sociales, deportivos, culturales… Porque no son distintas, en esencia, las brechas que existen en el ámbito tecnológico y el deportivo, por ejemplo. Ambas son producto de la asignación perversa de un papel secundario a las mujeres en la sociedad. El problema de la «brecha de género» es un todo social, y no de actividades aisladas entre sí. Y como tal debemos abordarlo.
Cuando hablo de educación, pues, hablo de una actividad en todos los ámbitos. Hablo de tiempo, de trabajo continuo y creativo para revertir unas tendencias históricas. Y digo, por ejemplo, «con» las familias, y «en» ellas, y nunca «contra». Hay que sumarlos a este propósito transformador. Se trata de construir, de hacer ver a las familias, a las niñas, a las jóvenes, los estereotipos que existen, y que llevan tantos siglos en la sociedad. Hay que hacer visibles los referentes que, sin saberlo, tienen a su alrededor. Hay que despertar vocaciones. Y esto también hay que hacerlo en el ámbito de las familias.
Esto es algo que aprendí cuando comencé con mi proyecto Mom&Geek (y así ya hablo de mi experiencia personal). Muchos padres y madres, muchas familias, estaban desorientados. Intentaban encontrar un camino para trabajar en este sentido con sus hijos e hijas. Para guiarlos, para mostrarles de una forma entretenida y creativa estem undo de la tecnología. Para motivar a sus hijas, sobretodo, a conocerlo y verlo como un camino en la vida.
Buscaban en internet, por ejemplo, y encontraban muchas cosas, claro, pero todo en un gran batiburrillo. Sitios y proyectos dispersos, en varios idiomas, a veces gratis y a veces como formas encubiertas de vender un producto… Intenté, pues, empezar un proyecto en el que se pusiera un poco de orden en este mundo. Esa fue la idea inicial. Pero luego me encontré con otro problema: la inmensa mayoría de estos proyectos e ideas no tenían un vínculo con el mundo educativo. Estas trabajaban, cuando lo hacían, con sus propios planes, y no veían ni siquiera la necesidad de establecer un vínculo con el otro gran mundo en el que viven los niños y niñas: la familia, el hogar.
¿Cómo lograr un impacto efectivo en un niño o una niña, si en la escuela le enseñan referentes y les derriban estereotipos, y luego, al llegar a la casa, estos forman parte de sus vidas? O viceversa, claro…
Mis granitos de arena
Es este un reto enorme, pues, y que requiere mucho tiempo y mucho trabajo. Para mí, el dato más preocupante es el bajo número de chicas que se matriculan en las carreras científicas y tecnológicas. Ahí empieza un «escalón» que luego, inevitablemente, irá propagándose en la propia estructura del mundo tecnológico y científico. Y, además, esto demuestra que algo está fallando desde el principio, desde la propia consciencia de las chicas acerca de su capacidad e idoneidad paraformar parte de él.
En este sentido, durante estos años he realizado muchas actividades en esta línea. Por ejemplo, he impartido charlas dirigidas a jóvenes, a familias y a docentes, sobre varios temas relacionados con este reto: las vocaciones científicas y tecnológicas; sobre cómo integrar la educación STEAM a los contenidos curriculares en el aula; sobre cómo las familias pueden guiar y ayudar a sus hijos e hijas para usar la tecnología de una forma creativa…
Además, he realizado numerosos talleres en centros educativos de educación primaria y secundaria. El objetivo de estos, ante todo, es mostrar las posibilidades que brinda la tecnología para desarrollar cualquier proyecto, en cualquier área que se les ocurra, desde el arte hasta los videojuegos, las aplicaciones móviles, etc.
También he colaborado en varios eventos dirigidos a estos temas, como la FIRST LEGO League Almería (donde he sido desde jurado hasta entrenadora de varios equipos…). Y he participado activamente en varias iniciativas de la Universidad de Almería, como la Feria de las Ideas, dedicada a impulsar el emprendimiento; y he sido jurado del proyecto Matilda Emprende.
Y hay un proyecto al que tengo especial cariño, pues está muy enfocado hacia este tema de la «brecha de género» en el mundo tecnológico: el Campus Tecnológico para Chicas que viene organizando desde hace varios años la Universidad de Almería, a través de la Escuela Superior de Ingeniería, el Departamento de Informática, y el Vicerrectorado de Estudiantes, Igualdad e Inclusión. He estado muy implicada en la organización y la implementación de este evento, impartiendo talleres formativos y motivacionales, y he visto en persona cómo este tipo de actividades tiene un impacto real en las chicas de unas edades en las que están explorando los distintos caminos a los que se querrán dedicar.
También participé en una edición del Leadership Team Member Singularity University Sevilla Chapter. Y durante varios años he sido formadora y tutora en el MOOC de Conocimiento Abierto y Software Libre que organiza la Oficina de Software Libre de la Universidad de Granada.
Colaboro con el Instituto de las Mujeres en los talleres de la iniciativa «Programa Diana», dirigidos a centros educativos de primaria y secundaria, para incentivar el interés de niñas y jóvenes en la programación.
Recientemente, junto con otras profesionales del ámbito STEAM, hemos fundado la comunidad Territorio STEAM, dedicada a acercar y promover estas áreas a las familias, los docentes y la sociedad en general.
Pero pienso que, desde el punto de vista de un impacto social, uno de los proyectos más bonitos que desarrollo es el de la divulgación. Desde hace varios años escribo una sección semanal dedicada al mundo de la tecnología y la ciencia en el periódico La Voz de Almería. Se llama AlmeríaTech, y en ella he ido conformando un panorama humano de todo lo que se desarrolla en este ámbito, en la provincia. Proyectos, nuevas start-ups, investigadores, emprendedores… Y siempre intentando dar visibilidad a las mujeres, para mostrar referentes cercanos y actuales.
Además, colaboro con una sección quincenal sobre innovación y tecnología en el programa Almería is Different que emite Interalmeria TV.
He sido profesora de Ciencias de la Computación en el centro Almería Colegio Internacional, para el alumnado de primaria y secundaria, y entrenadora del Club de Robótica de este centro durante el curso escolar 2021-2022.
Granitos de arena, en definitiva, con los que intento contribuir a romper esas desigualdades, e ir cerrando esa enorme «brecha de género» que persiste en nuestra sociedad. Poco a poco, paso a paso. Haciendo, como dijo Machado, camino al andar.
Enlaces relacionados
Definición de brecha en la RAE
MOOC de Conocimiento Abierto y Software Libre
Territorio STEAM
Cita recomendada: FERNÁNDEZ, Remedios. La ‘brecha de género’ en el ámbito STEAM, un reto social. Mosaic [en línea], noviembre 2022, no. 196. ISSN: 1696-3296. DOI: https://doi.org/10.7238/m.n197.2203
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