Universitat Oberta de Catalunya

«Yo no tengo nada que esconder». La importancia de la privacidad

Es habitual que cuando alguien habla de privacidad, de la importancia de protegerla y de cómo el capitalismo de la vigilancia está exponiendo la esfera íntima de los individuos, la respuesta automática que suele recibir es:

«A mí me da igual que me vigilen, si yo no tengo nada que esconder y no soy nadie.»

Despreciar el derecho a la privacidad implica no darse cuenta de lo que aporta cuando existe y los grandes problemas que genera cuando se pierde, tanto a nivel individual como a nivel colectivo.

«El conocimiento es poder», frase repetida hasta la saciedad en películas y novelas. Si el conocimiento efectivamente es poder, la privacidad es el mecanismo para controlar ese poder. Cuantos más datos se tienen sobre una persona, más capacidad de predecir sus acciones y de influenciarlas, en definitiva, más poder sobre esta. Poder que pueden ejercer indistintamente gobiernos o empresas, cuyos intereses pueden estar completamente desalineados con los del individuo.

Figura 1: CC-BY Sofía Prósper.

Gracias a cómo ha evolucionado la tecnología actualmente, la cantidad y calidad de información que empresas y gobiernos manejan es enorme y muy precisa. En ningún momento de la historia nadie ha podido saber tanto sobre una persona. El capitalismo de la vigilancia, concepto que acuñó Shoshana Zuboff ya en 2013, es el que se refiere a la mercantilización de los datos personales y al marco fundamental de una economía de la vigilancia en la que actualmente vivimos. Para entender la pérdida de privacidad que conlleva se ha de comprender primero cómo funciona.

Funcionamiento del capitalismo de la vigilancia

Ordenadores, móviles, «smart things»… prácticamente todos los aparatos con los que una persona se relaciona día a día y el software que está instalado en ellos son extractores de información. Cada vez que alguien mira el móvil, su ubicación, contactos, preferencias, historial de navegación, eventos en la agenda, el contenido de sus emails genera información. Si a las personas que están leyendo este artículo les entra curiosidad por saber qué sabe Google exactamente de ellas, pueden entrar en https://myactivity.google.com y encontrarán un listado interminable de todas las acciones que se han podido realizar tanto en el ordenador como en el móvil. La recopilación de los datos personales, aún mayor si el teléfono es un Android, es un hecho bien conocido, pero ¿para qué se recopilan tantos datos?

Figura 2: Comparativa entre los datos que recopila el buscador DuckDuckGo y Chrome.

Los datos, que una vez extraídos son analizados, agregados y vendidos, sirven para realizar un perfil de los usuarios, un perfil que va desde el género y rango de edad, hasta los intereses, creencias religiosas y orientación política y sexual. No es un ente único el que se encarga de realizar este perfil, diferentes empresas, instituciones o gobiernos han desarrollado el mismo modelo de extracción, análisis y perfilado. Facebook, Twitter, data-brokers, aseguradoras, bancos o empresas como Cambridge Analytica. Lo que se consigue con ese perfilado de los usuarios es predecir las decisiones que estos van a tomar y poder influenciar las mismas.

No es relevante el perfil de una persona en particular, por ejemplo, Gertrudis Xesta, lo que importa es cuánto se asemeje la señora Xesta a otras mujeres u hombres de un mismo rango de edad y unos intereses parecidos. Por su manera de ser y sus decisiones, Gertrudis será metida en una bolsa que aglutina al resto de perfiles que, como ella, son agnósticas, interesadas en la botánica, de orientación homosexual y de izquierdas. Cuando una empresa necesite anunciar un producto o idea política a audiencias que les vaya a interesar, podrá personalizar al máximo esa campaña, pudiendo llegar a Gertrudis con un anuncio de un nuevo fertilizante, que probablemente comprará, o de un nuevo candidato político al que quizás vote.

La lógica del capitalismo de la vigilancia funciona muy bien como negocio y, además, se ha integrado por completo en todos los aspectos de nuestra vida. Se les ofrece a los usuarios plataformas «gratuitas» y estancas que están en sus servidores y data-centers. Los usuarios utilizan gustosamente estas plataformas y, con su uso, alimentan los algoritmos de inteligencia artificial que de nuevo repercuten en el propio usuario con control, manipulación y vigilancia.

¿Por qué la privacidad es tan relevante?

No nos comportamos igual cuando sabemos que estamos siendo observados o registrados. Además, si todo lo que hacemos o decimos es recopilado, perdemos en cierta manera la habilidad de cambiar de opinión. Siempre podríamos ser juzgados por lo que dijimos o hicimos cuando éramos más jóvenes o teníamos otra visión. El ser humano no es estático, cambia y evoluciona a lo largo de su vida, pero la sociedad no está acostumbrada a asumir que una persona pueda cambiar de criterio por haber vivido nuevas experiencias o adquirido nueva información que le permita evolucionar en su pensamiento. Alguien con opiniones de un espectro político determinado, si en un momento de su vida cambia radicalmente de opinión, será visto como inconsistente. La privacidad nos da la capacidad de evolucionar, de tener segundas oportunidades, de crecer y cambiar sin ser juzgados por el propio proceso que cualquier ser humano experimenta.

A diario cualquier persona toma pequeñas y grandes decisiones, desde leer un artículo hasta dejar un trabajo o hacerse una ligadura de trompas. Alguien con la capacidad de observar, monitorizar y analizar cada una de las decisiones podrá juzgarlas de manera independiente sin tener el contexto completo o reclamar que la persona se justifique. La privacidad de nuestras decisiones y comportamientos nos otorga la libertad de no ser juzgados, de no tener que dar una explicación a cada decisión que tomamos.

Figura 3: CC-BY Sofía Prósper.

Privacidad también es poder elegir qué partes de nuestra vida queremos que otros sepan y cuáles no. Poder establecer límites que sean respetados y que definan qué pertenece a la esfera íntima o privada de un individuo y qué a la esfera pública. Tiene mucho que ver también con el manejo de la reputación para que no se vea afectada por verdades sacadas de contexto, medias verdades o falsedades. Saber los detalles privados de la vida de una persona no siempre da la capacidad de hacer juicios más acertados sobre la misma.

Pero aquí volvemos al problema actual de la tecnología, ya que enfrentarse a una persona que pueda estar malinterpretando o calumniando sobre la vida de alguien es «posible». Enfrentarse a una tecnología opaca que toma datos aleatorios sobre las vidas de las personas y en base a eso saca conclusiones desacertadas o erróneas es «imposible». Ejemplos de esto hay muchos, desde no haber hecho nada malo, pero parecerse a alguien que sí, o no parecerte en nada, pero sí para el sistema de reconocimiento facial.

La privacidad es también lo que permite que se nos trate de manera imparcial, hace que la justicia sea ciega y no se vea afectada por las condiciones de cada individuo. El argumento de «nada que esconder» reduce la privacidad a ocultar vergonzosos u oscuros secretos sobre uno mismo o sobre otros. Nada más lejos de la realidad, la privacidad es ese lugar en el que, sin estar haciendo nada malo, poder disentir de lo establecido. Un lugar en el que la sociedad pueda sentir que no se tiene que conformar con lo que ocurre a su alrededor, de la no conformidad salen los cambios sociales y la evolución.

El poder de las decisiones individuales

Cada decisión individual afecta a nivel colectivo, a la sociedad. El problema aquí radica en que el concepto de sociedad es algo abstracto que nos resulta alejado y poco concreto, pero… ¿y si lo acercamos a nuestro círculo más íntimo? ¿Qué ocurre entonces cuando nuestras decisiones individuales en temática de privacidad afectan a nuestra familia o amistades?

El ejemplo que podemos poner con la lista de contactos del teléfono es muy gráfico. Cuando una aplicación móvil pide permiso para acceder a los contactos y se lo otorgamos, no estamos exponiendo solo nuestra privacidad, estamos exponiendo a todas las personas que componen nuestro entorno y la relación que tienen todas ellas con nosotros. Somos un nodo en una red. Cuando asistimos a una manifestación con el móvil operativo y realizamos fotografías que luego subimos a redes, no solo estamos haciendo público que nosotros estamos asistiendo a esa manifestación, sino que exponemos a todas las personas que hay a nuestro alrededor. Esto ocurrió el año pasado con el #BlackLivesMatter y este con el asalto al Capitolio. Cuando se pone de moda una aplicación para poner en movimiento fotos estáticas, o para envejecer una cara y decidimos subir una foto de una amistad o un familiar, estamos tomando una decisión por ellos sin darles la capacidad de elegir, y además estamos exponiendo su privacidad.

Figura 4: CC-BY Sofía Prósper.

El problema de la pérdida de privacidad se asemeja a otros problemas sistémicos como el cambio climático, necesita de acciones colectivas que vayan desde lo concreto a lo general. Cada decisión que tomamos es relevante y repercute a nivel colectivo. Cambiarse de WhatsApp a Signal u otro sistema de mensajería más respetuoso con nuestra privacidad y por el camino convencer a nuestro entorno para que haga lo mismo tiene repercusión a nivel global, y es una suma de decisiones individuales.

Podemos tomar un sinfín de decisiones: informarnos e informar a nuestro entorno sobre lo que supone la pérdida de privacidad y presionar para que haya discusión mediática sobre ello. Presionar sobre la clase política para que haya un interés regulatorio que ponga límites a la capacidad de acción de las empresas cuyo modelo de negocio se basa en la explotación de nuestros datos. Elegir alternativas que no pertenezcan a los mayores monopolios tecnológicos, que sean más transparentes, descentralizadas y respetuosas.

La privacidad es lo que salvaguarda nuestra capacidad de ir más allá de lo establecido y de no tener miedo a equivocarnos, no la perdamos.

Enlaces relacionados

Enlaces adicionales:

Herramientas para proteger nuestra privacidad: https://privacytools.io/

Alternativas al software que usamos: https://alternativeto.net/

Why privacy matters: https://whyprivacymatters.org/

Nada que Esconder, pódcast sobre privacidad: https://blog.iuvia.io/tag/podcast/

Techtopías, newsletter sobre privacidad en la red: https://www.techtopias.com/

Artículo: «Asaltaron el Capitolio. Sus Apps les rastrearon»: https://www.nytimes.com/2021/02/05/opinion/capitol-attack-cellphone-data.html

Artículo: «Los sistemas de reconocimiento facial aciertan, si eres un hombre blanco»: https://www.nytimes.com/2018/02/09/technology/facial-recognition-race-artificial-intelligence.html

Documentación

  • Bibliografía recomendada:

LLANEZA, Paloma. Datanomics. Deusto, 2019.

PEIRANO, Marta. El enemigo conoce el sistema. Debate, 2019.

ZUBOFF, Shoshana. La era del capitalismo de la vigilancia. Paidós, 2020.


Cita recomendada: PRÓSPER, SOFÍA. «Yo no tengo nada que esconder». La importancia de la privacidad. Mosaic [en línea], mayo 2021, no. 193. ISSN: 1696-3296. DOI: https://doi.org/10.7238/m.n193.2119

Acerca del autor

Sofía Prósper, arquitecta de formación, hace 5 años saltó de los edificios al mundo de la tecnología. Recibió el premio de la Agencia Española de Protección de Datos en 2018. Ha trabajado como divulgadora sobre arte y tecnología en el Espacio Fundación Telefónica. Actualmente es cofundadora de IUVIA, una start-up gallega que planea descentralizar la nube. Fundadora también de Trackula, asociación que lucha por los derechos digitales, la soberanía tecnológica y la privacidad en la red. Cocreadora del pódcast Nada que esconder y de Techtopías, la primera newsletter de privacidad en España.

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