Universitat Oberta de Catalunya

Crowdfunding

Introducción

Crowdfunding es la denominación utilizada para referirse a financiación colectiva, normalmente online. Algunos la llaman también financiación en masa, micromecenazgo, o micropatronazgo; aunque debemos tener en cuenta que no todo crowdfunding puede considerarse una modalidad de mecenazgo.
En muchos ámbitos se ha planteado que podría llegar a substituir formas tradicionales de producción de bienes culturales (inversión de por parte de productoras, editores, ayudas públicas, prepagos, etc.) y en términos generales se presenta como la opción más democrática para producir cultura. Una de las principales ventajas que presenta el crowdfunding es que permite la posibilidad que la ciudadanía, así como todo tipo de empresas, contribuyan con cualquier acto o cantidad de dinero a fomentar el desarrollo de una iniciativa cultural.

Se dice que el crowdfunding nació en 1997, cuando el grupo británico de rock Marillion promovió por Internet la financiación colectiva de una de sus giras. Pero en realidad, pese a que en la historia de la cultura encontramos muchos casos de financiación colectiva, son muchas las voces que sitúan el origen del crowdfunding contemporáneo en el nacimiento del software denominado libre, del Proyecto GNU y de la Free Software Foundation de la mano de Richard Stallman en los años 80, a quien también debemos el modelo de licencia copyleft.
Los programadores trabajaban en el desarrollo de sistemas operativos y aplicaciones sin cobrar a cambio; de ese momento incipiente se pasó a las donaciones que permitieron desarrollar más ampliamente determinados proyectos que habían de revertir en el bien común, ejemplos de ello los encontramos en Wikipedia, Creative Commons, el explorador Mozilla y muchos otros.
El crowdfounding rápidamente se reveló como un sistema de financiación ideal para este tipo de proyectos: rápido, sencillo, on-line y que apelaba a lo mejor de cada uno para construir, entre todos, un bien común.

De hecho, las plataformas existentes en la actualidad están especializadas, en la mayoría de los casos,en uno u otro tipo de proyectos o iniciativas.
El Crowdsourcing son pues contribuciones financieras de los inversionistas online, patrocinadores o donantes para financiar iniciativas con fines de lucro o sin fines de lucro o empresas. Crowdfunding es una aproximación a recaudar capital para nuevos proyectos y negocios mediante la solicitud contribuciones de un gran número de participantes siguiendo tres tipos de modelos de crowdfunding: (1) donaciones, la filantropía y el patrocinio donde no hay esperado retorno financiero, préstamos (2) y (3) inversión a cambio de capital, ganancias o ingresos compartidos.

De esos tres tipos de crowdfunding indicados, “The Crowdfunding Industry Report” identifica los siguientes modelos:
1. Crowdfunding basado en la participación en el capital que pretende el retorno mediante beneficios, rentas y acciones y/o participaciones (Equity-based crowdfunding)
2. Crowdfunding basado en préstamos (Lending-based crowdfunding)
3. Crowdfunding basado en recompensa (Reward-based crowdfunding)
4. Crowdfunding basado en donaciones (Donation-based crowdfunding)

En la actualidad en el Estado español co-existen distintos modelos en los que a las plataformas de crowdfunding se refiere que deberían explorarse y tenerse en cuenta con el fin de captar su potencial. No todas las plataformas funcionan de la misma manera ni buscan los mismos objetivos. Las diferentes plataformas pueden potenciar un sistema u otro dependiendo de criterios muy específicos. Las plataformas además potenciarán diferentes tipos de crowdfunding, directo, por proyectos que se van a iniciar, proyectos de continuación o que requieren fuerza de trabajo (o crowdsourcing).

A continuación, se presenta un artículo que detalla las principales problemáticas que este tipo de financiación puede acarrear. Cabe destacar que el artículo es un extracto de un estudio completo que se adjunta al final de esta misma página.

Principales problemáticas del crowdfunding

Tras un minucioso estudio del sector y tras consultarlo con profesionales directamente involucrados en el manteamiento y promoción de plataformas de crowdfunding, resulta necesario destacar algunas de las principales problemáticas que se han ido desarrollado en esta esfera. Si bien este artículo abundará en casos no nacionales, esto se debe a que al ser un fenómeno de reciente aparición en Cataluña (que es pionera en este sentido) y el Estado español, es más fácil mirar datos de proyectos más longevos en los que estos problemas se han hecho más acuciantes. En este sentido pondremos de relieve problemáticas que no tengan que ver tanto con peculiaridades regionales sino que estén directamente relacionadas con la microfinanciación de proyectos culturales.

Escalabilidad

Una peculiaridad del crowdfunding (A partir de este momento abreviado como CF) es que es una herramienta útil para financiar proyectos de presupuestos pequeños o medianos, pero debido a las características de este tipo de plataformas es muy complicado financiar proyectos que requieran grandes inversiones o que se prolonguen en el tiempo. Las plataformas de CF sirven para captar la atención de las comunidades durante unos 30 días (normalmente con picos de financiación que se agudizan los últimos tres días). Proyectos que requieran niveles elevados de financiación no suelen encajar en estas dinámicas. Un estudio de las franjas de financiación de Kickstarter durante el año 2011 nos muestra esta realidad de forma prístina. El 58,5% de proyectos financiados con éxito pedían entre 1.000 y 10.000 dólares. Después nos encontramos que un 11,8% de proyectos se encuentran en la franja de menos de 1.000$ y otro 11,8% se encuentra en la franja de entre 10.000 y 20.000$. Las demás cifras resultan anecdóticas, entre 100.000 y 1.000.000 sólo ha habido un 0,8% de proyectos y de más de un millón de dólares sólo nos encontramos un 0,03% de los proyectos.

En Riot Cinema, una productora Madrileña que en estos momentos está trabajando para poder financiar la película “El Cosmonauta”, nos confirman nuestras sospechas. Nos comentan que bajo el marco jurídico y fiscal actual “el CF es una herramienta útil para proyectos de una envergadura concreta, cortos, video-clips, etc. pero no para proyectos grandes cómo películas”. Pese a que casi han logrado financiar el 50% del presupuesto total a través de micro-donaciones nos cuentan que ha sido un trabajo muy duro e intenso que no tienen seguro si volverían a hacer. Todos los representantes de proyectos que han sido financiados vía CF nos aportan una visión similar. Se requiere mucho tiempo y visibilidad para poder llevar a cabo una campaña exitosa. En la actualidad y si no cambia el marco regulatorio el CF tiene sentido para proyectos cuya financiación oscile entre los 3.000 y los 15.000 euros, a partir de entonces su financiación deviene muy complicada.

Es necesario alertar que cierta tipología de proyectos no requiere más financiación que esta, pero en casos como el desarrollo de videojuegos, cine, teatro, etc. estas cantidades son muy bajas. Este factor nos alerta a su vez que tan sólo proyectos o iniciativas que cuenten con gran visibilidad mediática podrán cruzar ciertos umbrales de financiación, discriminando de esta manera proyectos más minoritarios o cuyo acceso a los medios (ya sea por razones políticas, técnicas o de otra razón) sea más difícil.

Rentas de trabajo, no capital

Los fondos que capta el CF son principalmente fruto de las rentas directas del trabajo. Al no considerarse una forma de inversión (oscila entre la noción de colaboración y la de pre-compra) son pocas las ocasiones en las que se derivan fondos provenientes de capital financiero u otros fondos de inversión. Esto limita mucho el espectro de caudales al que pueden acceder los proyectos. Esto a su vez determinará de forma clara el tamaño y volumen de proyectos que se podrán realizar de forma periódica.

Una de las peticiones y demandas más repetidas a lo largo de la entrevista es la posibilidad de entender el CF como una forma de inversión. En la actualidad algunos proyectos cómo “El Cosmonauta” han abierto la posibilidad de que se cree una base de micro-accionistas que puedan financiar la película a cambio de un porcentaje de los beneficios que se generen. Aún así la legislación actual no es del todo clara en este sentido y la inseguridad jurídica de este tipo de iniciativas puede ser un verdadero obstáculo a su proliferación.

En el Estado español se intentó lanzar un proyecto llamado Seedquick con el que recaudar capital semilla para proyectos empresariales pero debido a la falta de claridad jurídica respecto a las posibilidades reales del micro-accionariado el proyecto se encuentra parado a la espera de cambios legislativos. En Estados Unidos fué notorio el cierre de la plataforma Profounder dedicada a recoger capital semilla para financiar proyectos empresariales incipientes. Una declaración de su web deja claras las razones del cierre del proyecto: “Pese al desarrollo positivo del proyecto, el marco regulatorio actual nos impide seguir con las innovaciones que consideramos son necesarias de cara a nuestros clientes, por esta razón hemos decidido cerrar esta compañía”.

En Europa existen proyectos incipientes que buscan micro-financiación para empresas, cómo es el caso de la finesa Venture Bonsai, y pese a que su objetivo es acoger proyectos de toda la Unión Europea, ya advierten que no pueden responsabilizarse por la incompatibilidad de los diferentes marcos regulatorios de los proyectos. Es importante reseñar que ninguno de estos proyectos se dirige a empresas de carácter cultural o creativo, sino que por lo general buscan empresas de base tecnológica que puedan obtener resultados a corto plazo. Es bien sabido que las cuentas de resultados de empresas culturales tardan una media de cuatro años en dar resultados positivos, por lo cual no los hacen especialmente interesantes como campo especulativo.

Con el objetivo de promover este tipo de plataformas y facilitar su crecimiento recientemente en los EEUU se ha promovido la Jumpstart Our Business Startups Act (más conocida como la JOBS Act). Este marco legisltivo aprobado el 5 de abril de 2012 y entre otros cambios permite que las empresas tengan hasta 500 accionistas antes de tener que registrarlos como tal. Facilita mucho los movimientos de estas empresas y la posibilidad de hacerse con una base accionarial. Pese a que la ley se pasó con el apoyo de ambos lados de la cámara de representantes, han surgido algunas críticas que es importante tener en cuenta, la más destacada la proveniente de la Federación de Consumidores de America (CFA) que denuncia la pérdida de garantías para los inversores y la posibilidad de que surjan iniciativas fraudulentas difíciles de detectar.

En el Estado español plataformas como Lánzanos ya nos han dicho que de habar un marco regulatorio más claro estarían interesados en lanzar proyectos que requiriesen de una base de microinversores. Pese a no haber puesto ninguna pega, la CNMV mira con recelo este tipo de proyectos e iniciativas y en algunos casos ha estudiado su legalidad. Esto se debe a la novedad que supone tener una base de inversores pese a que aparentemente la legislación actual lo permite siempre y cuando no se pretenda recaudar más de dos millones de euros.

Confusión entre la pre-compra, donación y bancos de tiempo

En estos momentos es necesario aclarar de forma clara la diferencia entre diferentes conceptos que se dan lugar bajo el paraguas del CF. Por un lado están plataformas de pre-compra (como podrían ser Fanstylers en las que los usuarios pueden comprar artículos de moda antes de ser producidos, facilitando así su producción). Otras plataformas como Aloud Music facilitan la descarga de música de las diferentes bandas que producen y permiten que se realicen donaciones directas a las mismas. Estas plataformas han nacido gracias a las facilidades de las redes digitales para acceder a las bases de fans o futuros clientes y el intercambio monetario. Algunas, cómo ya hemos visto son de forma explícita espacios destinados a este fin, otras como Kickstarter o Verkami lo son de forma implícita. Esto implica que a la larga, lo que producen estas plataformas son productos cerrados, elementos tangibles o bienes consumibles. Esto puede ir en detrimento de la producción de manifestaciones culturales donde lo experimental, lo procesual o la crítica estén presentes. Es decir, el peligro es que el CF populariza lo popular y acabe siendo un complemento al mercado. Aunque, en ocasiones el CF ha servido para que comunidades hicieran visibles la necesidad de financiación y distribución de creaciones que de otra manera no se habrían conocido, sin duda el CF no es suficiente para cubrir las necesidades de las áreas de producción cultural y pensamiento contemporáneo que han quedado más descubiertas gracias a los constantes recortes de financiación pública. Esto nos hace cuestionarnos el papel que va a tener esta herramienta en la producción de la cultura y nos obliga a mostrarnos cautos respecto a su posible papel en la financiación de la cultura contemporánea.

De forma reciente han nacido plataformas como Flattr que permiten realizar donaciones directas a webs, blogs o proyectos que estén en internet. El usuario/a de este sistema realiza una donación fija que se distribuye a final de mes entre todos aquellos lugares que ha visitado y a los que ha votado a través de un botón Flattr. Estas donaciones llegan de forma directa a los responsables de los proyectos sin que se espera que el donante reciba nada a cambio. Este sistema ha permitido que proyectos más marginales o de carácter político pudieran encontrar una financiación que de otra manera hubiera sido muy difícil de lograr.

Podemos encontrar sistemas menos sofisticados de donación directa en otros sitios y proyectos culturales. Normalmente elaboradas con pasarelas de pago como Pay-Pal o similares esta relación directa con el usuario no ha conseguido arraigar en el Estado español pese a que en otros países europeos (especialmente Países Bajos y Escandinavia) su uso se encuentra más normalizado.

Por último hemos visto aparece plataformas que facilitan los denominados “bancos de tiempo”. Proyectos cómo Comunitats nacido en Cataluña o el más reciente Favoralia surgido en Baleares, permiten a las usuarias y usuarios intercambiar favores o servicios, ya sea de forma directa o a través de la acumulación de puntos intercambiables con otras usuarias de la red. Esta iniciativa es interesante puesto que ofrece un mercado de servicios mucho más amplio, con la posibilidad de hacer favores presenciales y también online, que se ofrecen a escala nacional. El sistema se basa en el intercambio de puntos, lo que permite una mayor flexibilidad que el intercambio de tiempo, además el intercambio de puntos permite que no sea un simple trueque o “favor por favor”, sino que se ofrecen unos favores y después, los puntos obtenidos pueden utilizarse para conseguir servicios de otros usuarios. Este tipo de sistemas, que técnicamente no podemos considerar CF resultan igualmente interesante y pueden tenerse en cuenta para realizar tareas muy específicas que no se puedan retribuir de monetariamente.

En definitiva vemos cómo pese a compartir ciertos parecidos con los sistemas de CF estas variantes buscan objetivos diferentes y funcionan de otra forma. Es frecuente la confusión por parte de la prensa o medios de comunicación que tienden a englobar todas estas prácticas bajo la etiqueta del CF pese a que estrictamente no lo sean.

Inseguridad jurídica

Uno de los problemas que más hemos encontrado a lo largo del trabajo de campo realizado es la constatación de que muchos de los representantes de plataformas denunciaban la falta de un marco jurídico específico para el CF. Este vació regulatorio se ha compensado gracias al trabajo individual de cada una de las plataformas pese a que siguen existiendo ciertas incoherencias o dudas respecto a determinadas prácticas. El tema de la micro-inversión es un claro ejemplo de ellos. En la segunda parte de este informe se ahonda en esta realidad aportando soluciones y propuestas específicas para paliar esta realidad.

Agotamiento de las comunidades

El éxito de la financiación de los diferentes proyectos está directamente vinculado con la capacidad que tengan sus instigadores de movilizar a sus comunidades más cercanas y a los grupos sociales directamente beneficiados por los mismos. Desde Goteo nos dejan claro que el éxito de las iniciativas viene marcado por el tamaño de las comunidades que movilicen o sean capaces de interpelar. Aun así, en estos momentos las comunidades interpeladas por el CF son pequeñas y su límite de apoyo se está poniendo de manifiesto.

Muchos proyectos de software libre o de carácter con fines ecologistas cuentan con nichos de población muy reducidos para apoyarlos. Este agotamiento de ciertas comunidades, que no pueden contribuir a la financiación de todos los proyectos que se plantean puede suponer un verdadero límite al crecimiento del CF. Si bien es verdad que en EE.UU esto no ha acontecido, también es necesario tener en cuenta que sus campañas se dirigen a grupos de población mucho más extensos y numerosos que los que encontramos en el Estado español. Este problema podría solucionarse abriendo la posibilidad de que estas plataformas recibieran fondos procedentes de capital financiero, cosa que en el actual panorama jurídico y fiscal es complicado como ya hemos avanzado anteriormente. Si tenemos en cuenta el carácter sectorial de ciertas prácticas culturales vemos claramente que la composición y tamaño de las comunidades a las que pueden interpelar es muy reducido. La incapacidad de aumentar o regenerar estas comunidades supone un reto colectivo que aun no se ha asumido.

Polarización de iniciativas

Queda patente a través de las encuestas realizadas a las diferentes plataformas de CF que existe una gran polaridad en lo que se refiere a la tipología de proyectos que gozan de mayor éxito. En todas las plataformas consultadas la música es una de las propuestas que goza de mayor popularidad seguido de proyectos audiovisuales y en ocasiones revistas o publicaciones similares.
Proyectos más experimentales, arriesgados o críticos, cuestan más de financiar y quedan marginados dentro del contexto general de las plataformas de CF. En este sentido el CF nunca podrá reemplazar fuentes de financiación de carácter público que por su naturaleza se veían obligadas a destinar recursos a estos proyectos más minoritarios pero no por ello de menor interés.

Comunidades con escaso acceso a las redes, inmigrantes, personas mayores, población analfabeta digitalmente, etc. nunca podrán optar a la financiación de sus proyectos porque sus posibles donantes no habitan las redes. Productos más fáciles de mover como la música o ciertos audiovisuales tienen más garantías de éxito puesto que son productos de más fácil consumo. En este sentido, los proyectos de base material se imponen sobre otros más efímeros o no basados en la producción concreta de un producto tangible. Desde aquí nos preguntamos si se crearán plataformas específicas destinadas a llegar a estos nichos de población con menor presencia en las redes. Igualmente sería interesante buscar sistemas que mitigaran, si no erradicaran, estas formas de desigualdad.

Tasas, impuestos y gastos

Al no estar contemplado el CF bajo la actual ley de mecenazgo y no estar muy claro su estatus jurídico uno de los problemas que se encuentran los usuarios de estas plataformas es la incapacidad para prever el coste real y administrativo de las diferentes campañas. Si las plataformas retienen entre un 5 y 8% sobre lo obtenido en concepto de gastos de mantenimiento, a esta cantidad hay que sumar las diferentes tasas bancarias por el coste de las transferencias. Pasarelas de pago como PayPal a su vez cobran si se considera que se ha realizado una compra (3,4% + €0,35 EUR entre 0 y 2.500EUR26), concepto poco claro en el CF. A su vez, quienes reciben el dinero final, si son empresa o trabajadores autónomos han de facturar para obtener el ingreso (factura con un 21% de IVA).

En definitiva, se puede llegar a obtener cerca de un 30% menos de lo esperado al final del proceso. Si a esta cantidad hemos de añadir los costes de producir y distribuir los regalos y diferentes bonificaciones y las horas de trabajo invertidas en mantener viva la campaña (estimadas en unas 4 horas diarias para campañas de más de 12.000 euros durante 30 días), no es de extrañar que muchas de las personas que hemos consultado que han trabajado con plataformas de CF tengan una relación ambivalente con la experiencia con las mismas. Estas plataformas sirven para dotar de visibilidad a los proyectos y en algunos casos, como la famosa #15mparato el éxito es indiscutible (pese a no ser un proyecto cultural sino una iniciativa de carácter político), pero en términos generales, conseguir una campaña exitosa requiere mucho trabajo y en algunos casos, la inversión horaria realizada, las tasas y los impuestos que se imponen sobre los resultados hacen que muchos usuarios reconsideren si volverían a utilizar este mecanismo para realizar proyectos futuros. Este factor se ve agudizado por la improbabilidad que se llegue a elaborar la ley de mecenazgo que pese a estar en la agenda política durante las últimas legislaturas, de momento no parece que se vaya a materializar.

Este artículo se ha extraido de un informe que se puede consultar de forma completa aquí: Informe Crowdfunding


Este artículo está sujeto a una licencia de Reconocimiento-CompartirIgual 3.0 España de Creative Commons.
http://creativecommons.org/licenses/by-sa/3.0/es/

Informe Crowdfunding [PDF]


Cita recomendada: X.NET. Crowdfunding. Mosaic [en línea], octubre 2012, no. 101. ISSN: 1696-3296. DOI: https://doi.org/10.7238/m.n101.1232.

Acerca del autor

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