Universitat Oberta de Catalunya

Cory Doctorow

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Mosaic: Te has descrito como activista, escritor, conferenciante y hombre de tecnología. ¿Cuál dirías que es la parte más importante de tu actividad?, ¿cómo has llegado hasta aquí?

Cory Doctorow: No creo que sean verdaderamente separables, las veo todas como expresiones de lo que he estado haciendo siempre. Prácticamente toda mi vida ha consistido en considerar la tecnología, comprenderla, escribir sobre ella y hacer cosas con y sobre tecnología. Me educaron ‘geeks’, mi padre es programador y matemático.

Hoy es muy común que los niños crezcan con ordenadores, pero cuando yo era niño no era tan habitual, pero en aquel entonces teníamos ordenadores en casa. Fui el primero de mi bloque: teníamos un terminal VT100 en casa cuando tenía seis años, en 1977, y de ahí pasamos a un Apple II+, y después siguió una serie de máquinas. Como mucha gente de mi generación, crecí con ello.

Como muchos otros escritores de ciencia ficción, soy alguien que cree no un determinismo tecnológico, sino al menos una dialéctica tecnológica, en que la tecnología y la forma en que funciona la sociedad están vinculadas de manera íntima, y no se puede considerar sociedad sin tecnología, ni puede pensarse en la tecnología sin considerar su dimensión social. Por tanto creo que todas esas partes de mi actividad se suman hasta llegar a una práctica que tiene un momento que implica activismo, otro para la iniciativa empresarial, un tiempo para la autoría y otro para la combinación de las tres, eso es básicamente lo que hago. Creo que la distinción entre activismo, tecnología y el resto es, en cierto modo, artificial.

Mosaic: ¿Cómo comenzaste a colaborar con la Electronic Frontier Foundation?

C.D: Fundé una compañía de software con dos personas más. Se llamaba Opencola. Hacíamos software de código libre para compartir archivos entre iguales, y nuestros inversores se volvieron locos cuando demandaron a Napster, en concreto cuando demandaron a los inversores de Napster por haber invertido. Se preocuparon mucho. Creo que el verdadero objetivo de citar a los inversores de Napster en la demanda era demostrar a todos los capitalistas de riesgo que se habían metido en compañías de ‘P2P’ como la nuestra que era peligroso. Y funcionó, en nuestro caso: nuestros inversores enloquecieron, y comenzaron a plantear todo tipo de exigencias ridículas. Tuvimos que aprender mucho de leyes muy deprisa.

Mosaic: Esto nos llevaría a tu charla en el Copyfight, en Barcelona, en julio, en la que hablaste del caso Grokster. Dijiste que el fallo del tribunal podía considerarse una derrota de la innovación tecnológica, pero no una victoria de las discográficas, porque no tendrá ningún efecto negativo sobre los archivos compartidos en redes P2P.

C.D: Es cierto. Es un ejemplo bastante esclarecedor. Volvamos a Opencola: acabé dejando la compañía para trabajar para la EFF. La EFF se había convertido en un recurso crítico para nosotros para comprender lo que pasaba y poder contestar las preguntas de nuestros inversores de manera inteligente pero, para mí, la pura injusticia de que una compañía tecnológica fuera presa de los estudios de aquella forma me encendió de tal forma que dejé la compañía que yo mismo había fundado para trabajar con ellos.

Al cabo de un tiempo la compañía se vendió a Open Text sin sacar el producto a la calle; sacaron algunos productos, pero no el producto para compartir archivos. Y sí, las redes Peer To Peer (P2P) siguen y siguen… hay montones de individuos, compañías y sistemas por ahí implicados en el P2P y todas las demandas Grokster que haya no van a cambiar eso. El software P2P ya no va a desaparecer.

Lo que las discográficas han conseguido con Grokster es que, en el futuro, estas tecnologías sólo surjan como resultado de esfuerzos no comerciales, lo que significa que no habrá nadie con quien negociar, jamás habrá un mercado que pueda regularse, y jamás habrá alguien con quien llegar a un compromiso… A partir de ahora será una confrontación de discográficas contra clientes. No van a tener un representante con quien negociar. Creo que, de hecho, han firmado una sentencia de muerte con Grokster.

Mosaic: Eres escritor de ciencia ficción, y uno de tus logros es haber logrado distribuir tus libros gratuitamente en Internet, en una variedad de formatos, pero también obtienes dinero de sus ventas en las librerías, simultáneamente, algo impensable hasta no hace mucho. ¿Crees que eso es una victoria, una demostración de las bondades de la libre distribución de la cultura?

C.D: Eso creo. Tim O’Reilly, que es el editor de O’Reilly and Associates, la mayor editorial técnica del mundo, dice que la mayor amenaza para cualquiera de sus libros no es la piratería, es la oscuridad. Si piensas en la cantidad de gente que podría, algún día, darme dinero por mis libros, en el 99% de los casos, la razón por la que no me darán ese dinero no es que estén obteniendo los libros de manera gratuita, es que nunca habrán oído hablar de ellos. De ese modo, si una parte de la gente que obtiene los libros de manera gratuita decide no comprarlos porque son gratis, porque no les hace falta comprar la edición impresa, queda más que compensado a cambio de lo que obtengo poniendo mi libro a disposición de una cantidad de gente a la que antes no habría podido llegar de una manera eficiente debido a los costes, a través de la redistribución en Internet. Así que, de hecho, para mí tiene mucho sentido.

Después viene la otra parte de la historia. Estaba hablando con un colega que trabaja para un gran instituto de medios hace un rato, sobre los experimentos de su compañía colgando cosas en Internet. Les preocupa que si hacen algo así dejen de ganar tanto dinero. En definitiva, la realidad con la que te enfrentas es que, pongas o no tus cosas en Internet, tu audiencia lo hará. Tienes que preguntarte si estás preparado para entrar en guerra con tus clientes. O si quieres contar con su apoyo. Si quieres darles medios legítimos para hacerlo, y convertirte en socio de tus clientes. Al planteárselo, mi amigo me ha contestado que seguramente no colgarán los materiales en Internet. Le he contestado que en ese caso, lo que habrán conseguido es tener éxito haciendo un material tan irrelevante que a nadie le importe lo suficiente como para piratearlo. Es decir, se trata de una estrategia con la que sólo puedes perder, ¿no? O acabas demandando a tus clientes, o tus cerraduras funcionan tan bien que tus clientes simplemente desaparecen y dejan de preocuparse por lo que dices y haces. Ninguno de los dos resultados es bueno.

En mi caso, pensé que aunque no sepa finalmente cómo va a salir esto, si me va a costar ventas o no, si al final recuperaré o no las ventas perdidas, y etcétera, tengo dos opciones: o bien me peleo con mis usuarios por ello, les amenazo, y les demando, y me comporto como un estúpido, o bien acepto la situación. La alternativa es que nadie se preocupe lo suficiente por mis libros como para piratearlos en Internet, el problema será el hecho de que nadie se interese por mis libros. Así que, de una forma u otra, va a ser un auténtico desastre.

Science Fiction Writers of America, una organización sindical a la que pertenezco, se preocupa mucho por la piratería de los libros electrónicos, hablan y hablan del tema, y tienen una ‘línea para chivatos’ en la que puedes delatar a tus amigos por intercambiar libros electrónicos. Han probado una tecnología que envenena las redes de archivos P2P con copias de libros electrónicos degradadas de tal forma que la gente que los descargue tenga una mala experiencia de usuario. Esperan que eso les haga perder el interés por los libros electrónicos.

Siempre que hablo del tema con otros escritores de ciencia ficción les digo “¿sabes?, el único género de ficción sobre el que la gente se preocupa lo suficiente como para piratearlo en Internet es la ciencia ficción. Eso a mi me haría feliz. La alternativa no es que la gente no nos piratee porque compre nuestros libros, es que la gente no nos piratee porque no les importen nuestros libros. Y entre ganarme la vida con el género que importa la suficiente como para que lo pirateen, o intentar ganarme la vida con un género que no importa la suficiente, sé con cuál me quedaría”. Para mí, tiene bastante sentido, lo mires como lo mires. Afortunadamente, mi editor está de acuerdo conmigo en esto, cree que también tiene sentido para la editorial.

Mosaic: Algo que no es habitual… Así que eres un gran defensor de la libre circulación de la obra intelectual, especialmente la tuya, y has dado pruebas de ello, así que es natural que tu posición choque ocasionalmente con sociedades como la MPAA o la RIAA. ¿Crees que se están adaptando a los nuevos tiempos? ¿Y cuáles son sus principales errores, si los hay?

C.D: Bueno, primero quiero retroceder un poco.

Has dicho que no es habitual que las editoriales vean las cosas así. En realidad creo que no es exactamente así. En muchos casos los editores han adoptado la siguiente postura: para ellos ninguno de sus libros representa individualmente un gran riesgo. Si el libro acaba en Internet de manera no autorizada, y como resultado acaba siendo un fracaso comercial, no les va a hundir el negocio.

Sin embargo muchos escritores son muy conservadores sobre su obra, porque hay escritores que sacan un libro cada cinco años, así que para ellos, sacrificar su libro bajo un experimento de publicación en Internet les parece una propuesta aterradora. En muchos casos, encuentras editores que dicen “nos gustaría comprar los derechos electrónicos del libro, experimentar con ellos y publicar el libro en Internet sin DRM (digital rights management / administración digital de derechos), y dejar que la gente juegue con ellos y publicarlo gratis”. La respuesta de los escritores y las asociaciones de escritores ha sido de pánico total y rechazo.

Al menos en el mundo editorial no está tan claro, como en otros sitios, que sea un enfrentamiento de las empresas codiciosas contra los creadores. En muchos casos son los propios escritores, asustados ante la posibilidad de perder los ingresos de una obra que han tardado cinco años en escribir, los que se ponen en contra de las empresas, que entienden que no tienen futuro a menos que comiencen a experimentar ya.

Respecto a la pregunta de qué hacen mal la MPAA y la RIAA… En la serie de dibujos animados estadounidense South Park, en uno de los mejores episodios, aparecen unos personajes que son los gnomos de los calzoncillos mágicos: entran en tu habitación por la noche y te roban la ropa interior. Uno de los personajes les ve hacerlo y les sigue a su cueva subterránea, en la que tienen una montaña de ropa interior, y se enfrenta con ellos y les dice “¿Por qué robáis toda esa ropa interior? No lo entiendo”. Los gnomos le enseñan un cartel en la pared que pone “Planes para la dominación mundial. Paso 1. Robar ropa interior. Paso 2. Paso 3. Obtener beneficio.” A lo que les contesta “Vale, entiendo el primer paso y el tercer paso, pero no entiendo el segundo, está en blanco. ¿Cómo se va del paso 1 al paso 3?” Y le contestan “Bueno, paso 1 recoger ropa interior, paso 3 obtener beneficio.” Y les dice “Sí, pero ¿cuál es el segundo paso?” Y no tienen respuesta, no saben qué es el paso 2.

Creo que ese tipo de razonamiento prevalece en las industrias cinematográfica y discográfica. Están formadas por ejecutivos cuya idea es: Paso 1: Coger a todo aquel ex-cliente nuestro que se haya pasado a las redes de archivos P2P y demandarles exigiéndoles los ahorros de toda su vida, y coger a todo aquel que siga siendo cliente y alienarlo tratándolo como un delincuente cargando la música y películas que se compra con protecciones de administración digital de derechos que le impidan usar esas películas y música en formas que son legales y habituales. El Paso 2 está en blanco. El Paso 3 es que, de alguna forma, todo el mundo vuelva a los centros comerciales y les vuelva a dar su dinero. No sé cómo se pasa de alienar sistemáticamente a tus clientes y demandar a tus ex-clientes a reconvertir esa gente en clientes. Para mí es así de sencillo: no hay un camino que lleve de las demandas y el DRM a clientes felices. Simplemente no lo hay.

Mosaic: Entonces, lo que comentabas al principio es muy importante, que trabajas en una industria, la editorial, que es muy diferente de la de la música o el cine, en ese aspecto. Porque, especialmente con las películas, pueden ser muy caras de producir, y una película que fracasa en taquilla puede suponer un gran riesgo para un estudio.

C.D: Bien, ese un defecto del modelo de negocio de los estudios cinematográficos, ¿no? Han desarrollado un modelo que les fuerza a ello. Han optimizado a un modelo de negocio en que los pequeños errores pueden destruir una industria. Por ejemplo, no sé si sabes del retraso en el álbum de Coldplay este año. BMI pasó de una previsión de beneficio a una previsión de pérdidas para todo un trimestre debido a ese retraso. Cuando un solo disco del catálogo puede costarte tanto, significa que te has equivocado con el modelo de negocio. Has concentrado los riesgos. Imagina que cualquier otra industria funcionase así. Imagina que el fracaso de las ventas de un coche del catálogo de Ford pudiese poner en peligro todo el negocio de Ford. Ford funcionaba así hace unos años, y los fabricantes de automóviles japoneses le dieron una patada en el culo, precisamente porque no tenía ningún tipo de estrategia de gestión y contención de riesgos en marcha, y había permitido que el riesgo se concentrara en los productos que mejor se vendían. De lo que no se dan cuenta las industrias cinematográfica y discográfica es que los grandes éxitos de los que han podido vivir les han permitido vivir muy bien, un fallo del mercado les ha permitido concentrar el riesgo de una forma que no apoyaría ninguna otra industria. Y ahora el mercado está corrigiendo eso.

Acabo de leer un artículo en Wired sobre el rodaje de una película, “La Guerra de los Mundos”, que se estrenó el fin de semana del 4 de Julio, que es el fin de semana más importante para los estrenos en Estados Unidos, porque es la fiesta nacional. La película se hizo en un periodo que sus dos figuras más destacadas, creo que eran Steven Spielberg y Tom Cruise, estaban disponibles. Tenían que hacer la película en cien días, era la única ventana que tenían disponible, y se hubiesen pasado sólo tres días del plazo previsto, las pantallas de todos los continentes habrían quedado a oscuras, en el fin de semana más importante para los estrenos de cine. ¿Qué habría pasado si hubiese llovido tres días seguidos, o si alguien hubiese tenido una apendicitis, si hubiese habido un fallo crítico o si un mensajero hubiese perdido un paquete importante? Cientos de millones de dólares sobre un programa que no se podía permitir un retraso del tres por ciento, es un mal negocio. Y así, cuando les oyes decir “Oh, vaya, nuestro negocio se hunde, bajan nuestros beneficios, nadie va a poder permitirse hacer películas tal y como las hacemos hoy en día, si no podemos obtener estas enormes recompensas por las gigantescas inversiones que hacemos”, la respuesta debería ser “Sí, tienes toda la razón, no vais a poder concentrar el riesgo de esa manera, en un mundo en el que hay un mercado competitivo, porque no es cuerdo llevar así un negocio.”

Así que oyes como dicen “Oh vaya, la industria de la música y del cine ya no son capaces de ganar montones y montones de dinero, nadie va a hacer más películas”. Pero durante el proceso de la reforma protestante había mucha gente que decía que si la Iglesia quedaba dividida nadie podría permitirse construir más catedrales, y se acabaría la religión. Y desde luego, el proceso de la reforma resultó en más religión, no menos. Aunque no nos dio catedrales. Muy pocos podían permitirse catedrales, pero después de la reforma había más religión que antes. Así que es posible que la gente haga películas de forma diferente. Ya se comienza a ver algo así con emprendedores como Mark Cuban, haciendo películas que se estrenan simultáneamente en salas comerciales, DVD, en vídeo bajo demanda, cable y satélite, todo el mismo día.

Mosaic: Ahora que mencionas a Mark Cuban, decía el otro día en su blog que es muy curioso que la industria discográfica de los Estados Unidos base su negocio sobre el grupo demográfico con más tiempo para piratear su material, y que ignore otros demográficos, algo que podría ir contra su propio modelo de negocio.

C.D: Sí, es un punto de vista muy agudo. Mark Cuban apoya nuestro trabajo. Nos dio cien mil dólares el año pasado, para apoyar parte del trabajo que hago y ayudar a financiar nuestra participación en el caso Grokster. Y creo que da en el clavo. Uno de los grandes misterios del tema es por qué nadie presta atención a los grupos demográficos fuera del mercado adolescente. Y ese mercado adolescente es el que con más avidez se interesa en bajarlo todo sin pagar, aunque eso necesite más tiempo, porque tienen más tiempo que dinero. Tiene toda la razón. Y también pasa con las películas, cuando se producen películas como ‘Deuce Bigalow, European Gigolo’. No van dirigidas al mercado de los treinta y tantos.

Mosaic: Pasando a otro aspecto de tu trabajo, eres uno de los editores de Boing Boing, uno de los blogs más leídos del mundo. ¿Crees que los blogs son realmente el paradigma del nuevo periodismo? Y, ¿qué le dirías a un blogger nuevo para mejorar el valor de su contenido?

C.D: Bueno, no sé si son el paradigma, o ni siquiera un paradigma del nuevo periodismo, pero creo que son una forma de autoexpresión y recopilación de noticias importante, y que está teniendo grandes consecuencias. En cuanto a lo que hace que un blog sea bueno, el punto que, creo, hace que un blog sea malo con más frecuencia es cuando los autores son tímidos u obscuros con los temas sobre los que escriben. Se ve con frecuencia… El ejemplo más extremo es cuando alguien publica una entrada con el título ‘Dios mío’, y el texto de la entrada es ‘La cosa más divertida de todos los tiempos’, con un enlace. Para mí, mi filosofía con Boing Boing, aquello a lo que atribuyo el éxito de Boing Boing, más que cualquier otra cosa, es describir exactamente de qué va cada enlace, en la entrada que se refiere al enlace, por qué deberías seguirlo. Es como con las preguntas periodísticas tradicionales, quién, qué, cuándo, dónde, cómo y por qué. Intentas responder esas preguntas en un párrafo o dos, de forma que la gente entienda dónde se están metiendo antes de hacer clic, o por qué no necesitan hacer clic. Hay mucha gente que no imagina que sus textos se consideren fuera del contexto de su blog, en un lector de RSS, agregado en el blog de otra persona, o de cualquier otra forma. Y esa falta de imaginación, creo, les lleva a asumir que su audiencia va a tener mucho más contexto del que tiene en realidad, para una entrada cualquiera.

Mosaic: Así que les dirías que sean claros.

C.D: Sí, que eviten la oscuridad.

Mosaic: Una última pregunta. Estamos preguntando a un grupo de gente qué acciones deberían o no ser consideradas infracción de los derechos intelectuales…

C.D: Bueno, creo que todo aquello que no sea una transacción comercial, entre entidades privadas no debería considerarse infracción. Creo que esa es la cuestión, para mí. No toda actividad comercial debería ser considerada infracción, pero creo que es una línea bastante clara, cuando llegamos a la actividad no comercial. Otras cosas que creo que están más allá de la frontera de la no infracción son las cachés, los archivos – creo que la caché de Google o el Internet Archive deberían considerarse legales, de manera clara y sin ambigüedades… Creo que el sampling, siendo transformativo, cuando se crea una nueva obra, debería considerarse legal. El sampling, los cachés… Y los enlaces. No creo que enlazar a un sitio web deba considerarse jamás una infracción. Hay mucha gente que tiene la extraña idea que los enlaces de otros a su sitio web son algo sobre lo que tienen control, y pueden desautorizar, que no se puede enlazar a un sitio suyo a menos que se obtenga permiso previo y que, si lo haces, vulneras algún tipo de copyright. Y creo que ese es un buen resumen de usos lícitos.

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Entrevista a Georg C.F. Greve

Entrevista a Raquel Xalabarder


Cita recomendada: PORTA, Laura; CÓRCOLES, César y ALBALADEJO, Carlos. Cory Doctorow. Mosaic [en línea], octubre 2005, no. 41. ISSN: 1696-3296. DOI: https://doi.org/10.7238/m.n41.0524.