Asignatura: Trabajo de fin de grado (TFG): Narrativas visuales, 2D y 3D
Titulación: Grado Multimedia
Nombre del estudiante: Jesús del Campo Marquiegui
Profesor colaborador y profesor: Aniol Marín Atarés y Antoni Marín Amatller
Introducción:
El documental ha muerto. O eso es lo que nos quiere hacer creer. De hecho, ha fingido su muerte. Se esconde tras unas gafas última moda llamadas videoblog, mueve billones de euros y es el nuevo soltero de oro de la ciudad. Lo podrás descubrir encubierto en canales de ciencia, arte y tecnología, comiéndose gran parte del pastel de la industria mediática. Sus cómplices son profesores influyentes y aprendices inconscientes, que experimentan con la química del DIY, la plástica del maquillaje, la historia inherente en las reproducciones de juego, y con la mecánica y electrónica del montaje de espacios domóticos.
Una jugada maestra que es difícil de eludir. Así pues, como trabajo final de grado pongo en marcha un documental/videoblog posmodernista sobre experimentaciones artísticas sinérgicas. Si el documental ha salido de su caja prediseñada, ¿por qué no lo pueden hacer otras disciplinas artísticas? ¿Qué puede aportar la arquitectura técnica a la danza clásica? ¿La escritura poética puede encajar con la papiroflexia japonesa? ¿O la fotografía de desnudo corporal competir con la ilustración urbana de los grafitis? En cada episodio dos jóvenes creadores mezclan sus aficiones rompiendo esquemas, mientras analizamos un colectivo agraviado y peculiar como son los artistas.
Etapas y retos:
En el trabajo detectivesco de desenmascarar este neodocumental he descubierto que los artistas son fanáticos de la comida rápida. Quedan atrás los platos delicatessen para dejar paso a un medio que premia la cantidad sobre la calidad. Cantidad de visitas, cantidad de minutos, cantidad de seguidores son algunos de los baremos más recompensados económica y socialmente por las plataformas de publicación en línea.
En consecuencia, me pongo manos a la obra para preparar unas «hamburguesas audiovisuales» que sean aptas para la dieta de moda: capítulos de unos 10 minutos en lenguaje visual y dinámico.
En primer lugar, alimentos y recetas. Involucro a artistas que quieran participar voluntariamente (por amor al arte) en este experimento de creación. A continuación, planifico su combinación y compatibilidad para elaborar el menú:
De aperitivo: escritura poética con un toque de papiroflexia crujiente.
De primero: arquitectura técnica al punto con acompañamiento de bailarina clásica.
De segundo: ilustración kawaii sobre una capa fina de fotografía nudista.
De postre: producción musical neosoul con jarabe de aportación libre.
Todo ello acompañado de un vino de presentador youtuber con aroma a redes sociales.
Los críticos culinarios podrían decir que esta etapa toma el nombre de preproducción; la siguiente, de producción, y la última de posproducción. Pero, como decía Alain Arias-Misson, el objetivo del arte no es un destilado intelectual, sino una vida más intensa y brillante. Por tanto, continuaremos cocinando a nuestra manera. Ponemos los fogones en marcha.
Cada proyecto establece que dos artistas crearán un producto o una experiencia conjuntamente. Esto implica que, dentro de cada uno de los cuatro proyectos, se ven repetidas internamente las etapas de planificación, realización y tratamiento posterior. Gestionar adecuadamente cada equipo, localización, materiales y calendarios determinará el éxito o el fracaso de todo el conjunto.
Lo que debemos tener en cuenta es que del mismo modo que cada plato tiene su tiempo de cocción, cada proyecto también cuenta con el suyo propio. La elasticidad es un factor clave, siempre que no nos lleve a una plasticidad que pueda deformar nuestra organización y visión. Tenemos que hacer malabares con los recursos que disponemos. Al tratar con voluntarios, frecuentemente deberemos definir el buen camino dando ejemplo, siempre atentos a imprevistos para ofrecer una respuesta rápida y eficaz.
El aperitivo acaba siendo una animación fotograma por fotograma, el primero una incrustación por clave de color, el segundo una sesión fotográfica con un collage analógico-digital y los postres una grabación musical junto con un proceso de selección abierto de participación. Todo ello, sin olvidarnos de que la narrativa de unión tiene su propio trabajo: cabecera, guion, edición, tratamiento de imagen y sonido, grafismo, animación y efectos como una doble exposición. Un buen cocinero deberá saber hacer funcionar a la vez toda la maquinaria a su alcance: Premiere, Photoshop, Illustrator y After Effects, como mínimo.
Aunque tengamos un menú delicioso, no servirá de nada si no hacemos que los comensales se sienten a la mesa. La estrategia de marketing elegida: llegar a 10.000 seguidores en un perfil de empresa en Instagram nos permitirá poner un enlace directo desde Instagram Stories a nuestro restaurante o canal de publicación, aumentando así el nivel de impactos dirigidos hacia una audiencia posiblemente interesada. Todo listo, pues, solo queda desear buen provecho.
Conclusiones
Metáforas alimentarias aparte, tres grandes conclusiones se extraen de este proyecto.
La primera es el aprendizaje que revela el contenido. Cualquier cualidad técnica queda elevada socialmente por encima de las características artísticas. Rebajando disciplinas afinas al arte a la categoría de pasatiempo, de aficiones, y sus individuos, a parias de una vida laboral improductiva. Paralelamente, gana importancia el marketing sobre el talento, en un mundo donde ser un producto definido es clave para avanzar profesionalmente. La piedra angular de la comercialización son las redes sociales, artillería de doble filo: devoran el tiempo productivo, pero sin ellas «no existes», literalmente. El emprendedor actual debe estar presente horizontalmente en todas las fases del proceso de producción o encontrar por colaboración la forma de implicarse en las etapas de creación, manufactura y venta.
Precisamente en estas colaboraciones tiene lugar la segunda conclusión. Es útil ver cómo hay tantas formas para enfrentar un reto de creación como personas. La verdadera clave del trabajo colaborativo es abrirse a otras formas de hacer, diferentes de la nuestra propia. La creatividad no entiende de cajas preestablecidas. André Gide lo resume con las siguientes palabras: «Uno no descubre nuevas tierras sin permitir perder de vista, durante mucho tiempo, toda costa».
En última instancia, los resultados han sido la mejor evidencia de lo importante que es dejarse errar. En el proceso de aprendizaje a menudo nos conformamos con permanecer en zonas seguras —«lo que sabemos hacer»—, y no nos damos la libertad de equivocarnos o entrar en tierra incógnita. Por suerte, en los diferentes episodios, lo esencial no era llegar a un producto concreto, sino el proceso de experimentación propiamente dicho. Era estimulante ver hacia dónde nos conducía cada sinergia. En general, deberíamos permitir ser menos perfectos y más aficionados (en francés amateurs, amantes) porque solo cuando algo nos apasiona y estamos dispuestos a dejarnos explorar ocurre la verdadera magia.
Enlaces relacionados:
Presentación visual:
Promoción de «Choque de artes» – https://youtu.be/1rcvWlouBWc
Capítulos:
Choque de artes 1 – Escritura poética + Papiroflexia – https://youtu.be/pX7f7Ij-npA
Choque de artes 2 – Danza clásica + Arquitectura – https://youtu.be/64Js-emMlfQ
Choque de artes 3 – Fotografía nudista + Ilustración urbana – https://youtu.be/-QaTPODTZyA
Choque de artes 4 – Producción musical + Aportación libre – https://youtu.be/Z2G3Yt9_AW0
Cita recomendada: DEL CAMPO MARQUIEGUI, Jesús. Choque de artes, vlog de fusiones imposibles. Mosaic [en línea], octubre 2018, no. 164. ISSN: 1696-3296. DOI: https://doi.org/10.7238/m.n164.1836.
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