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Entrevista con Irene Lapuente, fundadora de La Mandarina de Newton

La multidisciplinariedad está de moda. Y es que al igual que necesitamos expertos en cualquier tipo de disciplina, también necesitamos especialistas en observar todas las intersecciones que encontramos entre las disciplinas. Nos hacen falta expertos en la ‘big picture’. Y eso es lo que viene a defender Irene Lapuente en esta entrevista sobre tecnología, el papel de la mujer en la ciencia, el sistema educativo y mucho más.

¿Podrías hablarnos un poco de tu trayectoria? Uno de tus principales proyectos es La Mandarina de Newton, ¿cómo y por qué nace?

Yo soy física de formación. Empiezo una licenciatura de física en principio porque quiero entender el universo. Al finalizar la licenciatura decido irme un tiempo fuera. Me voy a Irlanda del Norte y allí, trabajando en un instituto, me doy cuenta de que en realidad me gusta la parte de transmitir más que la de investigar. Vuelvo aquí, hago el máster en Comunicación Científica y empiezo a trabajar, en aquel momento el Museo de la Ciencia, actualmente el CosmoCaixa y paso 2 años de mi vida en un momento muy bonito del museo porque es cuando se está transformando y hay que crear todos los contenidos de itinerarios, de talleres, toda la parte educativa. Esa etapa se acaba y entonces yo decido hacer una breve incisión en la docencia. Soy profesora de secundaria un par de años. Y ahí soy yo la que pone fin a esa etapa porque me doy cuenta de que me interesa más la parte no reglada que la reglada, y vuelvo al mundo de la investigación, pero en lugar de investigando, en la parte de publicación de la ciencia. Estoy en la UPC en un departamento que se llama Lenguajes y Sistemas Informáticos, que actualmente ya no existe, y después de esta etapa paso a ser la jefa de comunicación del Instituto Catalán de Paleontología.

Allí es donde empiezo a ver el triángulo: museos, el mundo de la educación y el mundo de la investigación, y pienso que igual sería interesante montar algo en este triángulo. Además a mí me llama mucho la atención el tema de la participación. Yo creo que ahí también se mezclan mis aficiones porque yo de formación soy física pero de afición y corazón soy bailarina, o medio bailarina, de ahí viene el nombre de la empresa. En el mundo de la danza yo empecé haciendo clásico, luego hice jazz y contemporáneo y en este momento me encuentro haciendo contemporáneo. La danza reflexiona mucho sobre el papel del experto, experto como el bailarín profesional, es el que sabe bailar con el que no tiene un entreno. Es también el momento del auge de los blogs, de las redes sociales, y a mí todo esto me interesa mucho, de hecho empiezo a pensar que la divulgación científica tiene que dar un paso más allá en el sentido de que hasta ese momento todo es transmisión de conocimiento desde alguien científico que tiene un contenido concreto a alguien que en principio desconoce este contenido.

Creo que los temas son más complejos y que cuando tratamos temas como los transgénicos o, incluso, la extinción de una especie, no son solo temas científicos, sino que también tienen un componente social, es decir, que hay muchas capas: la científica y la social, pero también la histórica, la económica… y esto me empieza a fascinar mucho. La empresa empieza como un blog, de hecho es un blog personal que habla de ciencia que se llama la Mandarina de Newton y juega un poco con esas aficiones mías porque bailarina se me confunde con mandarina, de hecho vino de una historia que leí cuando tenía 6 añitos de una niña que quería ser bailarina y su hermano se confundía y decía que era mandarina, como yo bailarina profesional no soy, digo bueno bailarina no pero mandarina sí. Yo no soy la manzana pero si la mandarina de Newton, y así empieza el blog.

El blog tiene mucho éxito desde el inicio porque tiene un toque distinto. En esos momentos la divulgación científica, en mi opinión, era bastante masculina, con todo un imaginario masculino y con lo que eso significa, muy vinculada a Star Trek, a una ciencia ficción bastante masculinizada, incluso en las gamas de colores, de estructura, en cómo lo plantean… y yo tampoco lo hago por redecilla, ni por nada sino que me sale hablar de esos temas desde otro lugar y entonces eso tiene muy buena acogida. Me anima el hecho de ver que tengo muchos seguidores. También hablamos de hace 11 años, entonces  era el principio de los blogs y pienso, bueno ¿por qué no? También creo que me coge la crisis de los 30 y digo pues me voy a aventurar, al final esto es como un evento científico, lo pruebo y si funciona adelante y si no, pues siempre podemos volver atrás. 

En plena crisis española yo decido montar la Mandarina de Newton. Empezamos con un par de proyectos grandes, uno de los proyectos –ExpoLab. De la contemplación a la participación y más allá- intenta explorar cómo abrir el papel del comisario, cómo conseguir que las exposiciones no sean solo un discurso lineal de los expertos en comunicación científica al público, sino cómo podemos incluir al público. Este proyecto tiene muy buena acogida. En Estados Unidos de hecho colaboramos con un museo de California, el  Tech Museum de San José, en el que hay un equipo que está trabajando todos estos temas, entre ellos está Nina Simon, que es un referente de los museos participativos y esto me da vía libre para entrar en más sectores.

Empezamos a colaborar mucho con el CCCB, empezamos a introducir metodologías que ahora son muy conocidas pero en aquel momento eran más desconocidos como el visual thinking, la co-creación, cómo buscar dinámicas para que la participación no sea solo pasar una encuesta, ir más allá de un feedback, un usuario activo, lo que ahora igual en el consumo le llaman el prosumer, que consumes y produces, pues un poco parecido pero en el sector cultural. Además también se junta que al empezar la empresa hacemos una serie de acontecimientos, viene la televisión, también les gusta mucho cómo trabajamos, también empiezo a colaborar con BTV… y entonces eso se arma. Tenemos la tele, tenemos el CCCB que es un centro referente en temas de cultura, tenemos un proyecto grande a nivel internacional y, a partir de ahí, empezamos a trabajar.

Fuente: La Mandarina de Newton.

En la Mandarina de Newton potenciáis mucho la creatividad entrelazada con la ciencia a partir de talleres y distintas actividades. ¿Crees que se está dejando de lado la creatividad en varias disciplinas en las que también tendría aplicación? ¿Qué relación guarda la creatividad con la innovación?

Para mí, el problema de la creatividad es que a veces nos conformamos con poco. Por ejemplo, ahora está muy de moda todo el tema de programación, que de hecho tiene una parte muy buena porque la programación por si sola no suele implicar un proyecto, sino que voy a hacer un curso muy clásico en que simplemente estudie las órdenes, pero en principio muy fácilmente voy a acabar haciendo un proyecto. El problema es que muchas veces el proyecto lo deciden los formadores o el equipo que está dirigiendo. Como nosotros siempre hemos tenido esta curiosidad o necesidad de incluir al participante dentro de las decisiones, lo que nosotros hacemos con los chavales o cuando hacemos talleres con adultos es que la ideación del propio proyecto venga de ellos. Seguimos mucho sus necesidades, sus gustos. Y todo esto lo pactamos porque a veces no hay nada más complicado que que te pregunten qué quieres hacer. Si hacemos una dinámica de que queremos conseguir un tesoro, ¿cuál es nuestro tesoro? Ahí ya tenemos un objetivo, ¿como hay que conseguirlo? Y entonces vamos pautando poco a poco. Yo creo que conseguimos que los chavales abran la mente en todos los sentidos. Para mí, otro tema muy importante y muy delicado es el disociar la ciencia o la tecnología de la ética. Para mí es imprescindible que si estamos haciendo temas de robótica también nos cuestionemos para qué va a servir el robot, qué queremos conseguir con él, qué nos va a implicar como sociedad.

Fuente: Daniel Colombo.

Sueles integrar en tu trabajo diario tus facetas de bailarina, científica y comunicadora, convirtiéndote en un claro ejemplo de profesional multidisciplinar. ¿Que aporta la multidisciplinariedad a cualquier disciplina en general y al campo científico en particular?

Da una visión global. Pienso que está muy bien ser muy experto en un tema y necesitamos expertos en un tema, pero si somos muy profundos a veces nos olvidamos de la imagen grande, de lo que llaman la ‘big picture’. Creo que la multidisciplinariedad ayuda a ver esa imagen grande, además también nos ayuda a explorar rinconcitos que quedarían sin explorar. Al final, yo me imagino las disciplinas como linternas que iluminan una zona: tenemos varias linternas iluminando varias zonas pero ¿y las intersecciones a las que no llega ni una linterna ni la otra? No pertenecen a nadie. Creo que la multidisciplinariedad ayuda a explorar esas regiones de contorno y a hacer la imagen global y que todo tome sentido. No investigamos por investigar.

¿Cómo se pueden fomentar la multidisciplinariedad y los profesionales como tú que trabajen aunando diferentes disciplinas, en algunas ocasiones incluso aparentemente opuestas?

Hay dos aspectos importantes. De un lado pienso que sería bueno que todo el mundo tuviera unas pequeñas dosis de multidisciplinariedad en su vida profesional porque también les ayudaría a conectar nuevas ideas y a generar nuevo conocimiento. Entonces, por una parte, creo que la deberíamos potenciar desde la escuela, desde los centros culturales, que sean más híbridos, que no esté tan claro si son de arte, si son de ciencia, sino al final son de temas. Por ejemplo, si hablamos de la piel podemos abordarla desde la parte más científica, desde la epidermis, hasta la parte más sensible, ¿qué siente un bailarín cuando toca con su pie en el aire? Dejar de hablar tanto de contenido y hablar más de temas grandes, esto deberíamos vivirlo un poco todos. Luego yo creo que es también como todo, al final no deja de ser un nuevo profesional, yo no pienso que deban desaparecer los especialistas en nanotecnología por ejemplo, pero igual que hay un experto en la ciencia de lo más pequeño debería haber expertos de la multidisciplinariedad, porque tiene su dificultad en sí misma. En mi caso me viene de forma natural. Sé que hay muchas más personas como yo. La típica niña que le gusta todo y que cuando le preguntas si es de ciencias o de letras no sabe qué contestar porque le encantan las matemáticas pero leer es su otra pasión. Estas personas existen y tienen su valor. Durante mucho tiempo había frases lapidarias como ‘aprendiz de mucho, maestro de nada’ que anulaban este tipo de perfil, y yo creo que es momento de olvidar esas frases y pensar que estas personas tienen su valor.

Eres bastante crítica con internet y su aplicación en los entornos de aprendizaje. Con respecto a esto, has hablado de que internet presenta modelos ideales rígidos mientras que la fisicalidad presenta modelos reales dinámicos, ¿podrías desarrollarnos ambos conceptos y cómo afectan ambos al aprendizaje?

Creo que Internet tiene cosas muy buenas pero no podemos confiarlo todo en lo digital porque lo digital nos hace perder capas. De hecho, en una charla que di, con el título ‘Cuerpos que aprenden’, lo que hacía era un poco de crítica a que muchas veces consideramos que el cerebro es el único órgano que comprende, que aprende y que desarrolla, cuando yo soy de la opinión de que somos un cuerpo entero. Nuestra piel, nuestros sentidos, nuestra barriga también aprenden. El aprendizaje corporal es muy potente. Si repetimos un movimiento varias veces o, por ejemplo, si aprendemos a conducir y dejamos de conducir durante 10 años, cuando volvemos a coger un coche nuestras manos van a los lugares correctos por si solas. O a veces no sabemos ir a un lugar de cabeza pero nuestro cuerpo sabe llevarnos. Cuando estás experimentando, cuando estás tocando, cuando haces prototipos, cuando materializas… Por ejemplo, ahora nosotros hemos estado haciendo unas plantillas para una dinámica. Al hacer un prototipo en papel descubres cosas que solo con tu mente no habrías descubierto o habrías estado elucubrando durante mucho tiempo para igual no llegar al lugar acertado. Este aprendizaje creo que es tan o más importante que el aprendizaje que nos da Internet. Cuando nos plantean que podríamos sustituir todo por internet, que las clases ya no tienen sentido, que podríamos tener todo de cursos online… yo creo que no. Creo que el online puede ser un apoyo extraordinario pero al final no dejamos de ser seres sociales y necesitamos tocar, necesitamos oler, necesitamos ver, manipular, equivocarnos en el tacto, porque si no nos vamos a atrofiar, vamos a manejar todo en un plano muy teórico, nos vamos a olvidar de preguntas y nos vamos a perder mucho conocimiento.

Fuente: ABC.

En tus años como docente, ¿qué carencias encontraste en el sistema educativo en cuanto a su relación con la ciencia y la tecnología? ¿Qué soluciones le encuentras?

Mi reflexión en este ámbito empezó cuando yo estuve en Irlanda del Norte. Su sistema educativo es muy diferente, de hecho yo estaba en una Grammar School, que es una especie de instituto para alumnos que quieren seguir cursando carreras, y los últimos años sólo hacen tres asignaturas,  pero en muchísima más profundidad que nosotros. Eso no sé si es bueno o malo, porque yo soy de la opinión de que una base de cultura general grande es interesante. Pero sí que me dio la oportunidad de ver que los chavales allí en los institutos tienen laboratorios que nosotros tenemos en la universidad y que realmente experimentan muchísimo más. Sus clases de ciencia y tecnología son muchísimos más aplicadas. Tienen un componente teórico pero también uno práctico, y en nuestro sistema esta combinación falla un poco. Yo continúo siendo muy defensora de lo teórico. Tampoco quiero irme al otro lado de solo aprendizaje práctico, pero creo que tienen que ir de la mano. Pienso que nuestro sistema cada vez va mejorando porque han habido muchos cambios desde que yo fui docente, pero igual aún es un poco precario. Los proyectos también nos ayudan mucho a trabajar este conjunto teórico-práctico, aunque hay que ir con cuidado. No cualquier cosa es un proyecto. Un proyecto necesita realmente un objetivo, un reto. El otro peligro de los proyectos es que no nos olvidemos que el proyecto no es el fin, el proyecto es el camino. Es que nos enfoquemos tanto en nuestro proyecto que solo queramos aprender lo que es relevante para nuestro proyecto, y debemos aprender lo que es relevante y un poquito más. También creo que es muy importante que enseñemos al alumno a aprender que al final él es el protagonista de su proceso.  Frases como ‘te van a suspender’ para mí deberían de dejar de tener sentido porque no es una visión externa la que nos tiene que afectar. Es muy parecido para mí el tema de salud. No es un médico solo el que tiene poder sobre mi salud, al final soy yo como humana, es un acuerdo al que tenemos que llegar el médico y el paciente. En el caso de la educación para mí pasa lo mismo. El educador es un facilitador del proceso. El alumno tiene que sentirse contento de aprender, no tiene que ser algo pesado porque es para él. Es su mejor regalo.

En una entrevista señalas cómo, en las sociedades actuales, no está mal visto no tener conocimientos científicos. ¿Crees que esto se debe en parte a que la ciencia no ha tenido una correcta divulgación? Como comunicadora científica, ¿qué crees que hace falta para aproximar la ciencia a la ciudadanía?

Creo que tenemos un problema a dos bandas. Por un lado, nos ha hecho mucha gracia clasificar las ciencias, las matemáticas y la tecnología de muy difíciles y complicadas. Recuerdo que había un anuncio de paté que hacían bromas de que iban a comerse el bocadillo y estaban estudiando matemáticas, y decían ‘las mates sí que no entra ni frías ni calientes’, cosa que a mí me molestaba mucho porque a mí me gustaban mucho las matemáticas. Se está generado que creemos como una élite. Los científicos son aquellos que son super inteligentes, que saben mucho, y a los demás no nos interesa y además no pasa nada si no te interesa porque total estará esa élite de frikis, de inteligentes. Creo que aquí hemos participado los dos, los científicos por permitir que se nos pusiera esas etiquetas y la sociedad no científica por no pedir más a los científicos. Hasta el punto de que si a alguien le dices quién es Shakespeare y no lo sabe todos nos vamos a escandalizar, pero en cambio… pero en cambio no se ve tan grave cuando desconoces a un científico. Os explicaré una anécdota para ilustrarlo: nuestra empresa se llama la Mandarina de Newton, en parte por el conocido científico Isaac Newton. Alguno de nuestros proveedores ha escrito N I U T O N a la hora de emitir la factura. Esto para mí es escandaloso. No porque no conozcan ya la figura de Isaac Newton, sino porque nos quedan lejos las leyes del movimiento, temas de higiene, etc. y no parece grave.

La ciencia está en nuestro día a día, en los despertadores, en nuestro móvil, en la comida, en nuestra nevera. Creo que es culpa un poquito de todos que no sepamos más. Para mí la solución pasa por dejar de endiosar a unos y por tomar interés en lo que realmente nos importa. Al final la ciencia participa de la política como cualquier otro tema. Cuando alguien vota a Donald Trump también está votando a alguien que no defiende el cambio climático, esto hay que tenerlo muy claro. Tienes que saber qué votas. También, esto puede sonar extraño, nos hemos obsesionado con generar vocaciones científicas. Está bien, pero yo creo que la ciencia debería ser como la música. Hay muchísimas personas que estudian música de pequeños, que tocan el piano, lo que sea, y jamás van a ser músicos, pero siempre estarán pendientes de la música. Pues la ciencia debería ser igual, seamos o no científicos deberíamos disfrutar del conocimiento.

Por otro lado también, empieza a darse más visibilización al papel de la mujer en la ciencia y a los grandes logros de las mujeres en el ámbito científico. Sin embargo, ¿cuál es tu posicionamiento con respecto a esto? ¿Crees que las mujeres todavía siguen invisibilizadas o es más un aspecto de la ciencia en general?

Creo que estos últimos años hemos trabajado mucho y algunas cosas en positivo para que esto cambie. Hay una plataforma que yo admiro mucho que es ‘Mujeres con ciencia’, nace en el País Vasco, y en esta plataforma cada día visibilizan una mujer vinculada a la ciencia. Creo que el problema no es solo, o no es que no haya mujeres en la ciencia, porque haberlas haylas. Es más que casi siempre se borran con una goma, y cada vez que hablamos de científicos, hablamos de Albert Einstein, de Isaac Newton, incluso de Galileo, pero nunca nos acordamos de Rosalind Franklin, de Goudal, de Hipatia, mujeres que han hecho muchísimo por la ciencia. De hecho observamos que nuestros porcentajes en los talleres eran muy desiguales. Normalmente teníamos entre un 20 y un 30% de chicas nada más, y este año, en cambio hemos conseguido llegar al 50% de chicas, lo cual es un éxito. Al final el problema es el relato que les llega a ellos, a los chavales les llega el relato de que las ciencias son de chicos, y de hecho, ya de muy jóvenes, las chicas creen que son peores en matemáticas, y esto es un desastre porque es falso 100%. Las chicas somos igual de buenas en matemáticas que los chicos.

Fuente: Vix.

Y para acabar, como bailarina (artista) y científica, ¿crees en el diálogo entre el arte y la ciencia? ¿Crees que hoy más que nunca se está produciendo un cambio para bien y empezamos a entender que estos dos mundos no son tan distintos como se nos ha querido hacer ver?

Creo que estos últimos años hemos visto que las preguntas son muy similares. De hecho, si nosotros podemos asesorar artistas es porque en realidad se están cuestionando cosas muy parecidas, pues se cuestionan el tiempo, el espacio, los patrones, las catástrofes… y todo esto son temas científicos. La diferencia más grande para mí es que por una parte el método científico necesita crear experimentos que sean replicables y que sean válidos para toda la comunidad, y el artista necesita entenderlo a nivel interior y personal. Necesita pasarlo a través de él o ella, destilar un aprendizaje mucho más personalizado. Yo creo que ambos aprendizajes son muy necesarios porque un aprendizaje personalizado sin una generalización a veces acaba quedando en una anécdota, pero un aprendizaje generalizado sin haberlo pasado por dentro de ti no es personal y propio. Con lo cual, ya que nos preguntamos lo mismo, es súper interesante que investiguemos las respuestas de cada uno y que visitemos los caminos que hacen los artistas y los caminos que hacen los científicos, los comparemos y los complementemos, etc. Así que yo soy muy optimista en ese sentido. Creo que al final a todos nos preocupa lo mismo, saber qué hacemos en este universo y si nuestra vida tiene sentido.


Cita recomendada: MOSAIC. Entrevista con Irene Lapuente, fundadora de La Mandarina de Newton. Mosaic [en línea], septiembre 2018, no. 163. ISSN: 1696-3296. DOI: https://doi.org/10.7238/m.n163.1830.

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