La pregunta inicial no resulta baladí. Pocas fueron las etiquetas que, como ésta, ejemplificaron con éxito en un pasado no tan lejano (los ochenta) el conjunto de la emergente cultura digital. Como corriente estilística, movimiento literario o paradigma estético, el Ciberpunk representó una de las principales referencias propiamente digitales, el primer lugar común al que adscribir autores, grupos u obras ya autónomas respecto a la vieja cultura pre-digital.
Hoy, su reinado se nos antoja, simplemente, lejano. Unos pocos años han bastado para convertirlo en una referencia casi histórica, en un elemento propio del pasado. Nadie se presenta como Ciberpunk. Nadie se cobija bajo su paraguas. Ninguna obra que se reclame como tal.
Y si además, de acuerdo con las manifestaciones de sus mismos representantes, nos vemos obligados a aceptar que el Ciberpunk ya no existe o que quizás nunca llegó a existir como tal: “Nunca he formado parte del ciberpunk (William Gibson)” o “El ciberpunk ha muerto. Ahora sólo quedamos los autores” (Bruce Sterling)”, entonces … ¿Qué fue de él?
Porque, pese a su aparente caducidad y transitoriedad, la lista de los paladines y castillos edificados bajo su reinado brilla aún hoy (si cabe) con más fuerza que nunca: Neuromante (1984), de William Gibson, la novela de donde aparece la primera definición de ciberespacio, Mirrorshades (1986), de Bruce Sterling, la antología clave para atrapar el nuevo aire de los tiempos para el género de la ciencia-ficción, o Blade Runner (1982), el film-totem de Ridley Scott.
El Ciberpunk favoreció de forma original “la integración de dos mundos inicialmente separados: el ámbito de la alta tecnología y el submundo moderno del Pop” [Bruce Sterling]. De ahí su extrema polisemia como etiqueta en los ámbitos de la música (por ejemplo los Grateful Dead), de la literatura (el ya citado William Gibson u otros autores no menos importantes como Lewis Shiner, James Patrick Kelly o John Shirley) y de las nacientes formas de contracultura digital (Hackerismo y Artivismo).
El nacimiento oficial (o quizás contra-oficial) del ciberpunk se da precisamente a partir de un giro particular que efectúa el género literario de la ciencia-ficción a partir de mediados de los 80′, cuando éste abandona su habitual focalización en la literaturización de lejanos mundos y sagas galácticas (léase la serie Fundación de Isaac Asimov), siempre desde una común comprensión triunfante y positivista de los progresos que comportaría el conocimiento científico, para pasar a focalizar su atención de un modo obsesivo y pesimista sobre el futuro más inmediato y el contradictorio efecto que sobre éste tendrán las nuevas tecnologías digitales.
Con un estilo habitualmente neo-barroco, sobrecargado de neologismos y jerga cibernética, la estética Ciberpunk nos muestra un futuro cercano oscuro, caótico, confuso y nada complaciente, a partir de la hibridación de referencias gráficas y visuales prececedentes, aportadas de forma emblemática por revistas de cómic como la extinta Heavy Metal, viejas películas como Metropolis de Fritz Lang, o grupos musicales como Velvet Underground o Brian Eno.
Quizás fuese precisamente el éxito de esta mirada inicial que protagonizó el Ciberpunk la razón de su ausencia actual. Una mirada visionaria, descreída y amarga sobre el impacto y los efectos que la nueva tecnociencia tendría a corto plazo, crítica con la emergencia de nuevas formas de corrupción institucionalizada y transnacional, así como denunciadora del acrecentamiento de las distancias sociales y de surgimiento de oscuras y nada utópicas formas de vida posthumanas. Una mirada, la del Ciberpunk, a la que debemos sin duda las cautelas, miedos y alertas con que los media, y todos nosotros, nos hacemos eco habitualmente de los nuevos avances tecnológicos.
Quizás su legado adopte hoy nuevas formas, más reales, más presentes. Quizás el Ciberpunk murió al hacerse efectivo, al volverse más real que virtual, al acercarse tanto al presente que no pudo ser ya ciencia-ficción, sino mera realidad-ficción. Quizás hoy libertarios de internet, artistas por ordenador, diseñadores de video-juegos y críticos tecnoculturales sean ya todos ellos representantes legítimos del Ciberpunk. Quizás todos lo seamos ya.
Bibliografía básica de y sobre el Ciberpunk:
- DERY, MARK. Velocidad de escape. La cibercultura en el final del siglo. Editorial Siruela. Madrid. 1998.
- GIBSON, WILLIAM. Neuromante. Ediciones Minotauro. Barcelona. 1989.
- STERLING, BRUCE (Comp.) MirrorShades. Una antología ciberpunk. Editorial Siruela. Madrid. 1998.
- ROBINS, KEVIN & WEBSTER, FRANK. Times of Technoculture. From the Information Society to the Virtual Life. Routledge Editors. London. 1999.
- RUSHKOFF, DOUGLAS. Ciberia. La vida en las trincheras del hiperespacio. Editorial Mondadori. Barcelona. 2000.
Cita recomendada: ALBERICH, Jordi. ¿Qué fue del CiberPunk? Mosaic [en línea], diciembre 2001, no. 1. ISSN: 1696-3296. DOI: https://doi.org/10.7238m.n1.0106.